Fray Aimerico y fray Ponce, monjes del monasterio de San Juan de la Peña, reciben en el año 1105 el encargo de buscar en la biblioteca y archivo del cenobio toda la documentación que encuentren sobre el Santo Grial, que se custodia en dicho lugar, y relatar la historia de esta sagrada reliquia. El obispo de Huesca, Esteban, y el rey Alfonso I manifiestan gran interés en conocer el resultado de sus investigaciones. Los monjes sólo disponen de un plazo de nueve meses para entregar el manuscrito que recopile esta información. Sin embargo, por las noches, amparándose en la oscuridad y el silencio, ocurren hechos extraños en la biblioteca. Los descubrimientos son sorprendentes. Inician su crónica desde el mandato de San Lorenzo a Precelio para que entregue el Santo Cáliz a los cristianos de Osca hasta su ocultación en diversos lugares pirenaicos en la invasión sarracena. En el nuevo condado aragonés, que luego se convertirá en reino, es necesaria esta importante reliquia de la cristiandad. El autor elabora de forma novelada, aunque apoyado en diferente documentación, el posible peregrinaje del Santo Grial por tierras aragonesas, una historia legendaria que va intrínsecamente unida a los orígenes de la cristiandad en este territorio.