Todo el que me conozca sabrá de mi implicación personal por la piedad po- pular, especialmente en el mundo de las ermitas y santuarios de estas montañas, así como de las romerías y movimientos humanos que generan. Desde que soy sacerdote, o mejor dicho cura de pueblo, no he parado al respecto. Es más, ha sido una de mis inquietudes más profundas y visibles. Mi documento de identi- dad, tanto a nivel pastoral como a nivel intelectual. Con este trabajo pretendo dar la vuelta al fenómeno de la piedad popular y de la espiritualidad doméstica, al margen de la Iglesia oficial. Lo mismo que una costurera le da vuelta a un calcetín para zurcirlo, así quiero hacer con estos fenó- menos para mostrar lo que hay de sano, bueno y auténtico en ellos y también lo que hay y puede haber de timo, tóxico y alienante.