En esta novela se han plasmado los hechos extraordinarios que acaecieron en el valle de Tena, con especial incidencia en el quiñón de La Partacua, entre 1630 y 1642. En sus recónditos pueblos estos sucesos alterarán la vida de sus habitantes. En esos años en Tramacastilla existen en torno a cuarenta casas y en Sandiniés, unas veinte. En la primera población pasan de cuarenta las mujeres consideradas hechizadas y en la segunda, una docena. Todas ellas han tenido algún tipo de relación con Pedro de Arruebo, señor de La Artosa. Estas mujeres, a las que consideran espirituadas, lo acusan de su situación. Otras lo tienen por su amo o señor. La Inquisición lo considera causante de lo que se denominará “epidemia de posesión”. Las correrías de Arruebo y de sus cómplices, Juan de Larrat, cirujano de Panticosa, y Miguel Guillén, sastre y gaitero de Hoz, acusados de brujos, hechiceros, magos, pacto con el demonio, dar maleficio a muchas personas, sospechosos de la fe y seductores de mujeres para inducirlas al mal provocan la alarma en los pueblos del valle, y la justicia se encuentra con dificultades para poder actuar. Todo se complica aún más con la extraña muerte del inquisidor Bartolomé Guijarro, que había sido enviado a la zona a sanar a las posesas.